A pocas horas de que se «tomen medidas» en la CDMX contábamos el taxista y yo cuántos de los que veíamos por la calle traían cubrebocas. «Y aquí en el centro joven, se cuidan un buen, tiene que ver Ud. por otras delegaciones… ni uno con cubrebocas»
La OMS recomienda hace unos días que flexibilicemos las medidas para incentivar los viajes y recula, como nos figuraba Braulio Arsuaga en el podcast del Ateneo Turístico, ante la dimensión supra-industrial de esta segunda ola. La del rebrote.
Aletargados quedamos los profesionales del turismo, los meseros, los guías, los cocineros, las recamaristas… todo el esfuerzo en desarrollar y cumplir protocolos y conseguir reducir el número de contagios en el Turismo a cifras irrisorias queda para más adelante. «Mire jóven, a las 11, ya salen de éste antro, pasan a por los chupes y unas papitas y se van a seguirla a sus casas. ¿Pos pa eso que se queden mejor en el restaurante no?».
Así como no fuimos culpables de quién se comió la sopa de murciélago, tampoco lo somos del rebrote. Sin embargo, desde la cadena de hoteles más laureada hasta el changarro más pitero, prevalece el jugar en la línea por unos pesos que valen vidas. A esos, otros profesionales, que juegan a ver la tormenta desde la proa del barco, hay que recordarles que todos vamos en la misma lancha y además, atados por una cuerda invisible. Si uno se cae, caemos varios.
Lo bueno del rebrote, es que aún nadie se ha inventado el re-re-brote aunque nunca nos podremos librar de los re-re-brutos.