El mejor termómetro para medir la salud de una aerolínea suele ser la ocupación. El ranking mundial lo encabeza asiduamente Ryanair. El año pasado la promedió en el 94,7, mejorando respecto al 93,1 por ciento del 2016, y en el primer semestre de este 2018, la ha conseguido subir incluso hasta el 96 por ciento.
En Europa, otros dos ejemplos por encima del 90 por ciento son Easyjet, que ha seguido mejorando su ‘load factor’ hasta que en este primer semestre ha quedado en el 93 por ciento, superando el 92,4 por ciento del 2017, y el 91,2 por ciento del 2016.
El tercer caso de éxito en el Viejo Continente es el de Wizz Air, que ha pasado de una ocupación del 87,9 por ciento en 2016, al 91 por ciento en 2017, y del 91,3 por ciento en su último ejercicio que termina en el primer trimestre de 2018. Esta tendencia al crecimiento también se da en KLM, que llega al 88 por ciento en 2017, Air France, que supera el 85 por ciento ese mismo año, así como en las españolas Vueling, que mejoró casi dos puntos en un año hasta el 84,1 en 2017, e Iberia, con un alza similar hasta llegar al 83,3 por ciento.
¿Excepciones? Una, y llamativa. Norwegian logró una ocupación del 88 por ciento en 2016, que rebajó al 87,7 por ciento en 2017, y que volvió a descender aún más en el primer semestre de este año hasta el 86,8 por ciento. Siempre habrá mil excusas, pero la realidad es la que es. Todas las grandes aerolíneas llenan cada vez más sillas, mientras hay una que cada vez lleva más asientos vacíos.