Todos sabemos, es vox populi el gran robo, la gran estafa que nos hacen cotidianamente a los automovilistas los concesionarios o franquiciatarios de Pemex en sus estaciones de gasolina en todo el País, pero al parecer no hay nada que podamos hacer que no sea quejarnos y además ni eso hacemos bien, toda vez que lo hacemos en el café y si acaso en las redes sociales.
Todos sabemos que existen cientos de estaciones de gasolina que nos venden litros que no son de a litro, que las bombas están arregladas, incluso que hay «empresas» que se dedican a la instalación «profesional» de aditamentos para consumar de manera electrónica y sistemática esta gran estafa que está a la vista de todos y por su puesto también de las autoridades que como siempre y una vez más solo contemplan pasivamente el atraco al consumidor.
En teoría tenemos un defensor, que es la nunca bien ponderada, Procuraduría Federal del Consumidor (PROFECO), un defensor que lamentablemente está muy limitado tanto en recursos y facultades como en instrumentos legales.
La otra mañana escuchaba una entrevista en radio que le hicieran al Sr. Director General de Verificación de Combustibles de la PROFECO, en la que el funcionario decía que llevan a cabo verificaciones e inspecciones y cuando detectan bombas o mangueras fallidas o alteradas que no despachan litros de a litro, proceden a la eventual clausura y a imponer multas y me parece que es ese el gran fallo ya sea de nuestra legislación o del poder judicial. Lo que debería proceder contra esos ladrones es la cárcel y no una simple multa, toda vez que estamos hablando de un robo flagrante.
Si usted roba algo, lo que procede es que lo arresten, pero en el caso de los intocables y muy influyentes gasolineros, por el hecho de robarse millones de pesos diariamente lo único que les aplican es una multa para luego poder seguir robándonos a todos; vaya desfachatez y vaya ineficacia e injusticia de nuestro sistema.
Vivimos en el «País de Nunca Jamás», en el que todo sucede, todo es posible y en el que nada pasa, nada cambia y todo se olvida.
Cuántos y cuántos reclamos tenemos los ciudadanos, cuántos y cuántos abusos sufrimos, cuánta ineficacia, cuánta ineptitud, cuánta corrupción y cuánta desvergüenza. El robo cotidiano en las gasolineras, es sólo una mancha más al tigre.
Por lo pronto en Cancún donde habito y en donde compro mi gasolina iniciaré una muy seria campaña de denuncia, de inspección y de darles lata sistemáticamente, ya verán…