Entre las claves para el éxito de cara a las prioridades del turismo cubano existen palabras mágicas: calidad, diversidad, comercialización y promoción, que aunque no son las únicas, sí resultan definitorias para encarar los crecientes retos del giro.
La industria del ocio sabe a ciencia cierta que la calidad de su producto turístico debe perfeccionarse, pues en un ramo como este de servicios los elementos cualitativos constituyen importantes raseros a la hora de pasar balance de la gestión.
En medio de un mundo tan convulso y sumido en una grave crisis financiera internacional, esta actividad económica se ha erigido para muchos países en una opción vital para sus economías y Cuba no es la excepción, por lo cual apostó por tal vía desde los años 90 del pasado siglo.
El tiempo ha pasado, es superior la experiencia y los avances se hallan a la vista. Nadie puede negarlo y disponibles se encuentran en la web, incluso en sitios oficiales, estadística fidedignas: ya en el 2012 fueron más de dos millones 800 mil las llegadas internacionales, cifra que deberá igualarse o mejorarse al término del ejercicio en curso.
Mas, sin embargo, hay problemas reales pendientes de solución, en materias como la comercialización y la promoción, llamadas a cumplir sus cometidos en aras de potenciar un producto, urgido a su vez de ser más completo, con mejores propuestas, confort y servicios de nivel, siempre a tono con los precios.
Tampoco puede dejarse de la mano la diversidad, entendida como un amplio diapasón con invitaciones para los gustos más diferentes, edades y expectativas, según ya sean grupos, individuos independientes, parejas y familias, incluidos los más pequeños.
Cuba aspira a más, a mucho más, que ser vista con un destino del trópico, con colores vivos, ritmo y sabor.
Es más que un pueblo con dones innatos para ser anfitriones, ron, tabaco y artesanía. Es eso, sí; pero también en su carpeta de oportunidades aparecen las modalidades de sol y playa, más las de ciudad y recorridos; cultura, historia, arquitectura, patrimonio, naturaleza, náutica y turismo de salud.
En su afán por allanarse el camino en este rubro, la mayor de las Antillas se promociona ya, además, como una plaza en el Caribe para eventos de pesca, bodas y lunas de miel; así como impulsa negociaciones para dotar a la nación de varios campos de golf profesional- de momento solo dispone de uno con esas condiciones en Varadero-, en pos de hacer carrera a su vez en esa disciplina, muy demandada y con sobrados avales en territorios vecinos como Dominicana, donde existe una treintena de esas instalaciones deportivas.
Frente a la competencia más inmediata, constituida por la referida nación y el Caribe mexicano, la Isla posee una relevante carta a su favor: la seguridad. Las gentes viajan a estos dominios por su belleza, su población, la curiosidad, la estabilidad política y social, los niveles académicos, la tranquilidad y porque se sienten seguros, una sensación muy difícil de ser garantizada en otros muchos sitios de este planeta, donde las guerras y la violencia cobran a diario muchas vidas inocentes.