Stephen Hunter, hace 15 años, acababa de soplar las 28 velas, y siendo el segundo de cuatro hermanos, lo tenía todo para una vida plácida, luego de que su padre, el pionero del turismo canadiense y músico en sus ratos libres Colin Hunter, se hubiera embolsado una importante suma al haber vendido el grupo turístico que montó de la nada, con el que anticipó lo que sería el gran negocio en el Caribe de la integración vertical y el ‘todo incluido’.
Hunter, hasta entonces, siempre había trabajado en esta industria, la había mamado mucho desde pequeño, y sabía que su gran pasión y lo que más le gustaba era dedicarse al turismo, así que pese a haber podido vivido de las rentas, se puso manos a la obra para montar un touroperador en Canadá, Sunwing; luego, una línea aérea, y así, hasta lo que es hoy un conglomerado que oferta a sus clientes toda la cadena del producto turístico, de la minorista a los hoteles, pasado por el transporte terrestre y el aéreo, como desgrana este medio dentro de su sección Fin de semana de análisis en REPORTUR.
No tardó en ver al principio que la touroperación dejaba poco margen, del 1 al 2 por ciento, y que si conseguía aviones en vez de comprar plazas a otros, podía ampliar este margen, al tiempo que mejorar sus precios, y se lanzó a crear una aerolínea, con una misma lógica que también siguió para desarrollar un receptivo y finalmente una cadena hotelera.
Siendo un proyecto ya de por sí con volumen, el antes y después del grupo vino de aprovechar la gran oportunidad que se le presentaba al turismo canadiense, la isla de Cuba, donde al no poder llegar el estadounidense, Sunwing tuvo su punto de inflexión en una expansión hotelera por la mayor de las Antillas, que le llevó a sumar 6 mil habitaciones y situarse en un volumen donde hasta entonces solo Escarrer y Fluxá habían rebasado.
Rodeado para esta tarea de ejecutivos españoles de primera fila, volcó su caudal en desarrollar cuatro marcas hoteleras, centrado en lo que siempre había sido una de sus máximas, la diferenciación, como por ejemplo hizo cuando decidió dar copas de champán gratis a bordo a los que se subían a sus aviones, y que provocó que algunos en la industria le tildaran de loco por hacer empezar el ‘todo incluido’ a más de treinta mil pies sobre el mar.
Hunter se definía como un gran observador, y tras haber viajado por todo el mundo y descubierto cientos de detalles que le gustaría replicar en sus hoteles, aceleró la expansión de sus marcas con conceptos novedosos tales como el Chic de Punta Cana, que parece una sucursal de Las Vegas en el destino dominicano, adaptado a quienes no le importa gastar mucho pero también a los que miran más por el bolsillo.
El joven nacido en Toronto, padre hoy de tres hijos, las dos mayores niñas, supo exprimir una ventaja que es el aspecto clave en cualquier negocio, conocer a su cliente, y gracias a su verticalidad, podía saber y tenía registrado qué le gustaba a cada uno de ellos, así que con esa información bajo el brazo se dispuso a crear hoteles donde cualquiera pudiera tener cabida sintiéndose rodeado de turistas con sus mismas necesidades.
El año 2010 supuso otro antes y después en su conglomerado, cuando firmó con Tui, el mayor grupo turístico mundial, la venta del 49 por ciento de su negocio, y se hizo así con un aliado estratégico que entre otras cosas le permitía sacarle mayor partido a sus aviones cuando la temporada era baja, luego de haber logrado una cuota de más del 30 por ciento del mercado hacia El Caribe desde Canadá.
Siguiendo el modelo de otros grupos verticales, trató de que sus hoteles tuvieran la menor dependencia de su mayorista, hasta cerca de un 20 por ciento de la ocupación actualmente, y solo usarla para aumentarla en momentos de menos demanda como cuando se acaba de inaugurar un establecimiento o cuando se está en los meses de menos ventas.
Admirador declarado de los Riu, de quien se considera primos por su parentesco con Tui y de quienes es el mayor de sus clientes, valora de ellos su humildad y su capacidad de hacer bien su trabajo sin excentricidades, máximas que ha aplicado junto a su reconocida ambición y su gusto por ser agresivo, que le ha llevado ahora a desear hoteles también por todo México, en especial la costa pacífica, que considera la que tiene sabor más local, con especial predilección por Huatulco, adonde vuelan desde hace dos décadas.
Con más de 13 mil camas en su haber hoy y facturando cerca de los 2 mil millones de dólares, Hunter hijo, con su padre completamente retirado desde hace ocho años, se dispone hoy a crecer y poner su dinero en lo que cree que más rédito le va a dar: dedicarse a lo que le hace disfrutar, y siguiendo el consejo de su progenitor y el mismo que él da a sus hijas: puedes ser barrendero si quieres, pero si lo haces, tienes que ser el mejor.
tuve la oportunidad de trabajar en uno de sus proyectos(ROYALTON) y lo que mas me sorprendió fue la humildad del sr. Hunter.
Llegaba al hotel con la menos parafernalia posible no se sentía, y siempre con la mas humilde vestimenta
Asi son los hombres de grandes éxitos