Con el objetivo de reducir la acumulación de restos y desechos, las autoridades de la Isla de Pascua promulgaron una ley para evitar la sobrepoblación. Con poco más de 7500 residentes, el archipiélago, ubicado a 4 mil kilómetros al oeste de Santiago de Chile, recibe 130 mil turistas al año, y se convierte en la tercera ruina latina tras Machu Picchu y Chichen Itzá en limitar la entrada de turistas.
A partir de ahora si alguien que no es de la isla quiere convertirse en residente, debe haber de por medio un hijo, nieto o padre que ya sea residente o que tenga un contrato para trabajar en una empresa local. Los habitantes han tomado medidas para protegerse de la contaminación añadida, toneladas de basura que tiene que ser evacuadas por avión al continente, publica Euronews (Machu Picchu también decide limitar el acceso a los turistas).
Ello se une a que el pasado 1 de enero entró en vigor un nuevo reglamente para la Conservación del Machu Picchu, que incluye cambios sustanciales en los horarios de ingreso a la ciudadela inca, pues nuevo sistema requerirá que los viajeros opten por una hora específica (cada hora, de 6.00 de la mañana a 2 de la tarde), en entradas que expiran cuando pasa una hora, dado que quien lo haya comprado para las diez, por ejemplo, deberá entrar al sitio antes de las once.
Este es el último de los cambios que el gobierno peruano ha estado implementando lentamente para frenar el aumento descontrolado del turismo. Desde julio de 2017, los visitantes ya tenían que ingresar a Machu Picchu con una guía oficial, reveló Abc, y se une a otras famosas ruinas latinas precolombinas como las de Chichen Itzá en buscar limitar el acceso a turistas.
En este último caso, el presidente de la Asociación Mexicana de Agencias de Viajes (AMAV) en Quintana Roo, Sergio González Rubiera, de su lado, nunca ha tenido como se dice vulgarmente “pelos en la lengua”. Y menos ahora que se muestra indignado por la anunciada alza de las tarifas para entrar a la zona arqueológica de Chichén Itzá por parte del Patronato de Servicios Turísticos y Culturales (CULTUR) del gobierno del estado de Yucatán (Boicot confirmado: agencias dejan de vender tours a Chichén Itzá).
En exclusiva para REPORTUR.mx, el experimentado dirigente turístico asegura que los problemas en Chichén no son de ahora: “El conflicto tiene ya cerca de 20 años e inició con la invasión de los comerciantes ambulantes que se fueron adueñando poco a poco del sitio arqueológico. Al principio eran unos cuantos, pero han ido creciendo. Son cerca de 1,800 los que están dentro de la zona de estas ruinas mayas. Esto implica -señala González Rubiera-, una mala imagen para los turistas”. “Quizás los mexicanos estamos acostumbrados a los tianguis, pero muchos turistas internacionales se impactan al ver que en lugar de que los vendedores de artesanías estén en un mercado, se encuentren dentro del sitio arqueológico”, aseveró.
El Louvre, de su lado, se ha convertido en el Everest del turismo cultural, que según el Consejo Internacional de Museos (ICOM), tiene por objetivo “el conocimiento” y contribuir al mantenimiento y la protección del patrimonio, pero según Alicia Castillo, presidenta del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS), “para disfrutar de la visita necesitas condiciones que facilitan la contemplación. Todo lo que sea acumular personas en un mismo lugar es insostenible. La masificación solo trae deterioro. De todas maneras, el problema de los museos del siglo XXI no es que vaya mucha gente a los museos, prefiero que los museos mueran de éxito a verlos vacíos”, añade (Las ideas de los touroperadores para sortear la masificación).
A los museos les está costando establecer el equilibrio entre la accesibilidad y la masificación, de diferenciar entre lo que es una visita y una experiencia, entre un turista y un visitante. “El límite es el que haga posible la visita”, apunta José Luis Pérez Pont, director del Centre Carme de Valencia y gerente del Consorci de Museus de la Comunitat Valenciana (CMCV), que destaca que la misión del museo es más importante que las audiencias. De hecho, aboga por la accesibilidad y las cifras lo avalan: llegó al museo en 2016, con 71.000 visitantes, ha cerrado 2018 con 342.000 personas. “La masificación genera un efecto contrario a la accesibilidad y la agitación cultural”, dice el director de un museo que el 20% de sus visitantes es extranjero. “Este museo es para el ciudadano y el Louvre para los turistas”, remata.
Me parece genial que quieran cuidar todos estos sitios que lamentablemente la gente no sabe cuidar, solo haría una acotación no es correcto llamarle Ruina debe ser Zona arqueológica.
Regular los accesos será necesario. Las condiciones para obtener plaza de visitante deben establecerse de forma que no creen o aumenten las desigualdades por razones de renta, riqueza, nacionalidad, edad, profesión, etc. Es una tarea propia de la ONU.
Felicitándole por su trabajo, permitanme una aclaración siguiendo por lo dicho por la Sra. Selem. NO SON RUINAS. SON RESTOS ARQUEOLÓGICOS O ZONAS ARQUEOLÓGICAS o zonas históricas. Saludos