La turismofobia en España pasaba a convertirse en asunto de Estado cuando el último domingo de junio del pasado 2017 todos los principales periódicos impresos españoles decidían abordarla en lugares muy destacados, después de que unos días antes una encuesta revelase el turismo se hubiera convertido en la principal preocupación para los barceloneses.
Esta peligrosa situación fue fruto de varios motivos, entre ellos, el denominado “monopolio” que vino gozando España como único gran destino seguro, iniciada tras el arranque de la Primavera Árabe en 2011, y acentuada en tiempos más recientes tras la oleada de atentados en grandes capitales turísticas europeas como París y Londres.
También, como uno de las principales causas cupo destacar especialmente que por ejemplo el pasado verano por primera vez en la historia en España hubo más alojamientos “ilegales”, según los hoteleros, que establecimientos propiamente dichos, en una tendencia va a seguir aumentando, pues en Airbnb convirtió al país en su tercer mercado más importante del mundo con crecimientos anuales del 100 por ciento.
Los incrementos descontrolados de viajeros se encuentran tras el alarmante brote de turismofobia que ya no solo coparon los radicales y extremistas, sino que hasta alcanzan a mentes supuestamente sensatas, y ello pese a que en la industria hay unanimidad sobre el problema de modelo que ha padecido España estos años al primarse cantidad sobre calidad.
El Sector en España coincidió en su diagnóstico y recetas, y de forma separada lo ha ido haciendo saber, pero le ha faltado canalizarlo con una voz única y clara que por ejemplo sí existe en subsectores como el hotelero con la Cehat o el de intermediación como la CEAV, o como también se encuentra en el ámbito regional con algunas poderosas patronales hoteleras como la mallorquina o la tinerfeña en Canarias.
En cambio, a nivel de interlocución estatal y de peso social en España se ha carecido de un portavoz identificado y potente, puesto que el Sector ofrece un mensaje disperso al estar organizado a escala nacional en tres lobbies con bastante particularidades y cuya falta de peso ha quedado en evidencia con la crisis que existe en la percepción social de la industria.
Exceltur, la Comisión de Turismo de la CEOE y la Mesa del Turismo son los tres entes de carácter nacional en los que se agrupa la primera industria del país, y la falta de liderazgo político estatal en el Sector es una muestra de su escaso poder y representantividad.
El CEO de Barceló Viajes, Gabriel Subías, considerado el ejecutivo turístico español más brillante, declaraba hace unos meses a El País sobre la turismofobia que aunque “sin duda responde a una preocupación de la ciudadanía”, es un “caso de falta de liderazgo político”. “Quien nos lidera tiene una doble responsabilidad”, enunciaba.
“Por un lado, regular que la masificación no dañe el medio ambiente y la convivencia; y ante el fracaso, tampoco han sabido liderar y explicar las bondades del turismo y lo que aporta a la sociedad”, agregaba, en una función en la que de alguna manera también debería haber participado más la industria.
España superó en 2017 los 80 millones de turistas, pero la realidad es que sus resultados turísticos evidencian un grave fracaso en tanto que se viene reduciendo la estadística más importante referente al modelo como es la del gasto por viajero, que encadena bajadas y que lleva tiempo provocando que los principales actores de la industria no hayan dejado de alertar de los peligros de seguir así.
El director general de Mapa Tours, Alberto Díaz, fue el más claro en este sentido cuando hace un año y medio hizo un llamamiento para que el Gobierno se pusiera manos a la obra en impulsar un nuevo modelo en el que se primase la calidad frente a la cantidad, aunque a día de hoy apenas se ha visto alguna medida de enjundia en esa dirección.
El Sector se sumó a este llamamiento, tanto por boca de las principales empresas del gremio —Meliá, IAG…— como por sus representantes más combativos e influyentes —CEAV, Cehat, FEHM…—, pero esta era una batalla que deberían haber liderado los tres grandes lobbies nacionales y ninguno lo ha hecho.
Los citados Exceltur, la Comisión de Turismo de la CEOE y la Mesa del Turismo se dedican a tener reuniones periódicas con los políticos pero su peso social y mediático es apenas perceptible con lo que se dificulta enormemente que consigan presionar a las autoridades poniendo a la sociedad a su favor dando argumentos, como si hacen las patronales regionales y subsectoriales.
Uno de los problemas radica en que los líderes de las citadas asociaciones están algo en entredicho, en el caso de Zoreda y Exceltur por su simpar altivez, y en el de la CEOE por un Gaspart sobre cuya trayectoria sobran los comentarios, dificultando así transmitir legitimidad.
Exceltur se ha centrado en sus muy bien elaborados estudios que hasta la presente no apenas han servido para algo, mientras la Mesa del Turismo apenas tiene empuje con un consejo vetusto y al servicio de su líder, mientras el núcleo de integrantes del Consejo de Turismo de CEOE se caracteriza por su disparidad de visiones.
No obstante, la crisis en la percepción social del turismo fruto del descontrol y la ilegalidad que ha impulsado Airbnb podría ser una oportunidad para que de una vez el Sector lograra articular una representatividad única a nivel estatal, que fuera acorde a lo que ocurre en otras potencias turísticas del mundo.
Por ejemplo en América Latina, la CNET en México o Anato en Colombia son interlocutores claros y fuertes en la defensa del Sector turístico, algo de lo que carece España pese a ser la mayor potencia mundial en turismo vacacional.