Tenía que suceder y sucedió: la low–cost americana Spirit Airlines presentó este lunes su solicitud de quiebra ante los juzgados. A diferencia de lo que ocurre en Europa, esta situación no impide que la compañía aérea siga ofreciendo sus servicios sino que únicamente le permite dejar de pagar sus deudas mientras presenta a los interventores una fórmula que le permita sobrevivir, si esto es posible.
Spirit, la segunda o tercera low–cost de Estados Unidos, nunca llegó a reponerse de la crisis del Covid y, tras la normalización de la actividad, tuvo el gran fracaso de su fusión con Frontier, que fue desestimada por una oferta mejor de JetBlue, finalmente bloqueada por las autoridades de competencia. Así, al final, Spirit se quedó sin uno y sin otro y con una deuda descomunal que la condujo a la decisión de este lunes.
La quiebra supone que todo sigue igual de cara a los clientes. Otra cosa es para los acreedores, con quienes ahora se inicia una complicada negociación. Pero los acreedores, como suele ocurrir en estos casos, tienen un problema: si no aceptan una renegociación de la deuda podrían perder todo el dinero que les debe Spirit; si aceptan perder una parte, es posible, incluso probable, que cobren el resto, lo que siempre estimula a la negociación y a las cesiones.
Spirit ya tiene en marcha un plan de reducción del 20 por ciento de los vuelos, para poder vender algunos de sus aviones. El mayor hub de la compañía es Fort Lauderdale, en Florida, cerca de Miami, donde es el mayor operador; el segundo es Orlando.
Como informó REPORTUR.us, Spirit estuvo en negociaciones con Frontier para una posible fusión, pero Jetblue se interpuso porque quiso comprarla. No obstante, las autoridades estadounidenses no lo permitieron y dieron fin a su acuerdo de 3.800 millones de dólares. (Spirit a punto de ir a la quiebra pese a alta demanda de boletos)