Tras un cierto debate, finalmente es Chile quien se va a encargar de la investigación de qué ha sucedido con el avión Boeing 787 de Latam que se desplomó súbitamente tras volar dos horas entre Australia y Nueva Zelanda, de regreso a Santiago de Chile. Hubo doce heridos que salieron disparados por el gran cambio de rumbo.
La hipótesis que los expertos consideran ahora mismo más verosímil es un fallo en el mecanismo electrónico del asiento del piloto. Los datos, filtrados en Chile, sugieren que de forma no intencionada el piloto pudo haber tocado algún elemento del asiento de forma que este se desplazó súbitamente haciendo que el piloto, que controlaba el aparato, hiciera un movimiento muy brusco del instrumental. Según esta versión, el piloto tardó un rato en recuperar el control completo de la situación.
Sin embargo, hay quienes consideran que esta versión es inverosímil porque los mandos del asiento no están en un lugar fácilmente accesible y menos de forma accidental.
La versión chilena dice que el desplazamiento del asiento provocó que el ángulo de la nariz del avión bajase, causando el cambio de rumbo.
No obstante, como aún no hay certezas, Chile también estudia si pudiera tratarse de un cortocircuito.
Independientemente de esta investigación, hay quien recuerda que en 2016 la FAA, la autoridad de la aviación de Estados Unidos, emitió la directiva del 24 de septiembre en la que establecía que los aviones 787 de Boeing requerían revisión repetida del sistema eléctrico del avión o de tres módulos de control. Esta exigencia nació porque se comprobó que esos controles se podían desconectar solos tras 22 días de uso continuado y necesitan reencenderse. Aunque este incidente podría tener relación con esta directiva, nada en estos momentos apunta a ello.