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Es relativamente frecuente, aunque cada vez menos, que los militares tengan el control de los aeropuertos. Lo que jamás se ha visto es lo que acaba de decidir el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador: que sea la Marina, o la Armada, la que controle el aeropuerto internacional Benito Juárez, de la capital del país. También en México, aunque no lo parezca, la Marina se encarga de los barcos de guerra y las Fuerzas Aéreas de la aviación militar (Militares dirigirán obras de Tren Maya y de nuevos aeropuertos)
Pero no, superando la imaginación de un novelista, Latinoamérica brilla por su originalidad.
Claro que hay una explicación que tampoco explica mucho: la razón aducida es que la Marina aportará más seguridad y más disciplina, especialmente en la lucha contra el narcotráfico. Carlos Velázquez, pues, un antiguo capitán de barco de guerra, es ahora el nuevo director del aeropuerto.
No se crean que estamos hablando de un aeropuerto marginal. Aunque AMLO ha inaugurado otro aeropuerto en la capital, el Benito Juárez, con cuatro millones de viajeros sólo en el mes de mayo, es el mayo del país.
La sola presencia de los marinos en el aeropuerto ya ha provocado una reducción del volumen de droga, aunque es difícil saber cómo las autoridades han podido determinar este extremo cuando precisamente la droga que pasa por el aeropuerto no es declarada.
Más poder para los militares cuando sus funciones deben ser la defensa de la patria, no gestionar infraestructuras.
AMLO es un dictador encubierto que no tanto. El que no lo vea realmente está ciego o es un verdadero tarado mental.