Pedro Serrahima, director general de Globalia desde hace ocho meses, está tratando de recomponer la relaciones del grupo tanto con los trabajadores de su empresa como con el resto del sector, después del nuevo estilo que ha implantado desde que en el pasado octubre accediera al cargo y a partir de ese momento se fijara como objetivo redefinir la estrategia del conglomerado, como desgrana esta sección Fin de semana de análisis en REPORTUR.
El nombramiento de Pedro Serrahima para el puesto de nueva creación de director general de Globalia supuso la noticia del pasado 2016 para el grupo turístico, de la mano del nuevo CEO y apoyo suyo, Javier Hidalgo, que dejaba claro en manos de quién quedaba la sucesión en el mayor conglomerado vertical del sector en España.
La decisión que se anunció el último octubre fue bien acogida tanto por el sector como por el personal de la propia empresa, pues suponía de un lado tener un liderazgo claro y con visión fresca, a la vez que significaba cambiar un estilo en el que los sentimientos y las emociones primaban más que las capacidades.
Pedro Serrahima volvía diez años después a una Globalia en la que había aterrizado en 2006 procedente de Ono para encargarse del área tecnológica, dejando tan buen sabor de boca que Javier Hidalgo se lo llevó como director general de Pepephone, donde tras casi diez años logró dar uno de los grandes pelotazos del año vendiéndola por unos 140 millones de euros.
Con estas credenciales aterrizó en la dirección general de Globalia, lo que hacía pensar que su meta era replicar la exitosa labor para sus accionistas de reformar el grupo con el fin de sacar una suma millonaria con la que pudieran jubilarse joven entre Ibiza, Miami y Bali, entre conciertos de rock y amistades futbolísticas.
A corto plazo, por tanto, no parecía aconsejable acometer una venta, pues sería desaprovechar el potencial oculto que tiene un grupo con un tamaño como el de Globalia, así que claramente su objetivo pasaba por redefinir la estrategia e incorporar a nuevos talentos, a la vez que reconciliarse con toda la industria y con su propia empresa.
En los últimos años, la familia propietaria de Globalia ha venido distanciándose cada vez más de sus trabajadores, desde sus directivos más esenciales hasta los de más de base, con un descontento que iba de las oficinas de Halcón a la central de Pozuelo obligando a mudanzas indeseadas a Palma hasta por supuesto pilotos y TCPs.
Precisamente, la batalla más sostenida ha sido con los trabajadores de cabina de Air Europa, llegando el pleito a la Audiencia Nacional entre amenazas de huelga y contrataciones de dominicanas para operar a bordo junto a la plantilla de toda la vida de la compañía aérea.
Todo ello era fruto de una actitud algo arrogante y déspota en especial de algunas del clan Hidalgo, pero esos modos dieron un vuelco con la llegada de Pedro Serrahima a la dirección del grupo, que decidió tener entre sus primeras medidas un acercamiento con sus empleados con diversos gestos y palabras de reconocimiento en lugar que de ataque.
Serrahima logró legitimarse así para acometer los cambios que el grupo requiere, entre ellos el renovar a la cúpula directiva de sus filiales emisoras, dejando atrás una época en la que los nombramientos se debían más a lealtades que a méritos, y que las aprobaciones del patriarca se conseguían llorándole y ablandándole el corazón.
Esta autoridad moral se vio también refrendada por aplicar sensatez a las decisiones clave del grupo, además de reconciliarse también con el resto del Sector, después de un último lustro de relaciones tormentosas con las principales empresas de la industria, agudizado todo ello por el papel que Globalia tuvo en la quiebra de Orizonia.
El director general de Globalia se ha dedicado este tiempo a intentar recomponer relaciones con las empresas de la industria, lo cual es de vital importancia en un sector tan interconectado como el turístico, aunque en estos últimos días convulsos ha sacado una versión hasta entonces desconocida con puntuales faltas de respeto al trabajo de periodistas que no escriben a su dictado.
Hasta entonces buscaban un cambio tranquilo y pausado, pero de calado y que se vea en el tiempo, que pasa por un cambio de estrategia en el que todo el grupo pivote sobre Air Europa, sin apenas producto de terceros ni emisores que apenas aporten a la aerolínea como Latitudes, ni presencia de esta actividad en países que no sean España.
La nueva estrategia que Serrahima busca implantar en Globalia pasaría por que en cierta manera el emisor del grupo se pareciera a la gran agencia que Ryanair viene intentando hacer, con un gran banco de camas que complemente el producto aéreo, y que el resto de actividades tuviera menos sentido estratégico.
La opciones que el grupo tanteó para su venta hace pocos meses dejaron claro que los posibles compradores no querían saber mucho sobre una división emisora, sino que el interés se centraba en Air Europa, y Serrahima ha tomado buena nota sobre ello y se encamina a profesionalizar la gestión de sus divisiones para que puedan volar sin un patriarca cada vez más alejado del día a día.
Hidalgo padre necesita mantener algo de trabajo, pero una vez cerrada la pesadilla de la investigación por el fraude en el descuento de residente, Globalia, de la mano de Serrahima, ha iniciado una nueva época marcada por un anhelado estilo conciliador, y una estrategia que profesionalice el grupo hasta permitir una venta onerosa, aunque ahora todos los ojos están puestos en el Banco Santander, con el que mantienen malas relaciones y que es el principal tenedor de su deuda.