Está claro que lo contrario de la transparencia es la opacidad, sin embargo ese concepto podría resultar confuso y no permite comprender con total claridad que en verdad la falta de transparencia significa corrupción.
A los funcionarios se les exige o cuando menos se espera de ellos, que rindan cuentas, pero eso tampoco evitaría actos de corrupción, ya que podrían hacer rendimiento sólo de aquello que les convenga mostrar. Lo que verdaderamente evidenciaría la corrupción es la transparencia.
Si los contratos de diversa índole que firma el Gobierno fueran públicos y estuvieran a la vista, sería mucho más difícil atestiguar actos de corrupción; si planes, programas y presupuestos estuvieran a la vista de todos, existiría sin duda un mayor compromiso para su cumplimiento y sin lugar a dudas si los proyectos de gran envergadura se hicieran públicos desde que se conciben, no quedaría lugar para las especulaciones; para ejemplo el Proyecto Tajamar, antes Malecón Cancún.
¿Habrá quien inocentemente piense que Tajamar fue diseñado para sacar a pasear al perro ?
Pero como en este País lo público no es tan público, las grandes concesiones son privadas y en secreto y los proyectos se mantienen bajo el más grande sigilo, simplemente se da lugar a que cada quien interprete a su manera y de acuerdo a su idiosincrasia, favoreciendo los entornos de la sospecha y la especulación.
En tales circunstancias, lo que en verdad debemos promover es la cultura de la transparencia y avanzar decididamente en la construcción de un entorno legal que así lo permita.
La Ley General de Transparencia y Acceso a la Información, promulgada por el Gobierno Federal en mayo de 2015, obliga a las entidades federativas a homologar sus correspondientes leyes estatales antes de mayo 2016, de manera que muy pronto debemos contar en Quintana Roo con dicha Ley y lo interesante y de alguna manera histórico es que somos los ciudadanos quienes hemos participado organizadamente en el diseño de la misma con la venia de nuestros congresistas locales a quienes reconozco públicamente su voluntad para hacerlo.
Este será un primer gran paso en materia de transparencia y nuestra Ley será la primera piedra del edificio que nos permita algún día erradicar la corrupción, quizá el mas grande y lamentable mal de este país.
Quizá no lo vean mis ojos, pero estoy seguro que el día que no haya corrupción, México podría llegar a ser una gran potencia mundial. Por hoy la tarea es fomentar la transparencia y el reto no sólo es de los públicos, también de los privados.