La caída de Lehman Brothers en septiembre de 2008 supuso el inicio simbólico de una crisis económica mundial que terminó con la supremacía y unilateralismo de Estados Unidos, para dar paso a un sistema multipolar, al crecer el músculo de los gigantes emergentes en paralelo también a la decadencia de Europa.
Los accionariados del negocio turístico se han convertido en uno de los más claros ejemplos de esta revolución en el poder mundial, pues en estos años oligarcas rusos, jeques del Golfo y fortunas chinas han coincidido en tomar posiciones relevantes en los mayores conglomerados verticales, en cadenas y hoteles emblemáticos, así como en aerolíneas y hasta aeropuertos, como desgrana este medio en su sección Fin de semana de análisis en REPORTUR.
Hasta hace una década, los estadounidenses dominaban las mayores hoteleras urbanas del mundo y los españoles las vacacionales, mientras en Europa, alemanes y británicos tenían el control de los principales grupos verticales del planeta. Occidente concentraba los centros de decisión turística, y sus valores empresariales eran los que gobernaban el negocio a escala planetaria.
Hoy, en apariencia saliendo ya del túnel de la crisis, nuevas fortunas emergentes anteriormente vinculadas a monopolios públicos, procedentes de países con regímenes autoritarios o de poca calidad democrática, son los nuevos amos del turismo mundial, tras una oleada de compras de participaciones acontecidas en el breve lapso de tiempo de unos pocos años (Chinos, rusos y árabes ya dominan turismo mundial con España y EU).
Esta innegable ofensiva, explicada por el freno a la inversión en Occidente junto al ahorro creciente en los gigantes emergentes, se ha visto acelerada por un entorno financiero donde los tipos de interés bajo mínimos han dejado mucha liquidez en manos de unos pocos, y muy pocas oportunidades por tanto de obtener rentabilidades superiores al 5, al 7 o al 10 por ciento más allá de la entrada en grandes empresas.
Así se justifica que hoy un ruso, Alexei Mordashov, vinculado a la energía y el acero, sea desde hace poco el mandamás y primer accionista de la Tui, el mayor grupo turístico mundial, y además con la intención, según ha podido saber esta revista de análisis y estrategia turística, de aumentar su participación.
En este contexto se entiende también que su histórico archirrival, Thomas Cook, esté hoy controlado por el grupo chino Fosun, que asimismo busca ampliar su cuota del capital, y que además se hizo recientemente con el total de acciones de Club Med, mientras otros compatriotas suyos, HNA, tras tener la mayoría de títulos de NH y lograr una de las dos presidencias, haya analizado entrar en Globalia o en la francesa Fram.
Además de grupos verticales y cadenas hoteleras —la china Jin Jiang, socia de Meliá, ha comprado 7 Days, Plateno o Louvre—, inversores de países emergentes, como de Qatar, han coincidido asimismo en hacerse con algunos de los establecimientos más emblemáticos del mundo, por ejemplo el Waldorf Astoria de Nueva York; el Park Lane de Londres, y en España el Intercontinental y el Ritz de Madrid, o el W de Barcelona.
Pero quizás donde sea más visible la irrupción de los emergentes en el turismo sea con la supremacía de los árabes en el negocio aéreo, con tres gigantes dominando la industria de tres formas distintas: Emirates, siendo ya la mayor aerolínea mundial sin necesidad de alianzas ni adquisiciones; Etihad, con participaciones en compañías de casi todos los continentes, y Qatar, que hasta es el mayor accionista de IAG, la matriz de Iberia y Vueling, en un asalto que no se ciñe a los aviones, sino también a los aeropuertos.
Y tras mencionar este compendio de operaciones, y la argumentación de a qué se deben, llega la información de mayor valor: las predicciones, fruto del imprescindible análisis previo, para anticipar qué puede suponer para la industria esta ofensiva.
Como preámbulo, cabe reconocer que el Turismo ha sido considerado por las nuevas grandes fortunas mundiales como un valor seguro de futuro, pues de lo contrario no habrían coincidido en lanzarse a invertir en marcas y empresas a las que algunos gurús les achacaban estar desfasadas, tener modelos obsoletos, y tener un horizonte más negro que el sobaco de un grillo.
A toda la industria turística —grupos verticales, cadenas hoteleras, establecimientos independientes, y aerolíneas—, parece aguardarle un brillante porvenir, siendo compatible con el auge de nuevos negocios como las OTAs o Airbnb.
Y entrando ya en materia, la primera consecuencia que este asalto de los emergentes al Sector puede tener es que cobrará valor la labor de los directivos, pues los nuevos dueños proceden en su mayoría de negocios ajenos al turismo, y además en bastantes casos han amasado sus dineros en mercados con poca competencia.
Así, lo más probable es que las empresas se profesionalicen aún más, frente al personalismo actual —para lo bueno y para lo malo— de algunas empresas familiares, mientras tener un accionista de control claro e identificado, frente a cotizar libremente en Bolsa, dificultará lo que ha ocurrido con aquellas firmas turísticas controladas por fondos de inversión o financieros con múltiples y dispares participaciones: que se han venido abajo, ante la sensación de que la compañía no es de nadie.
En consecuencia, otro predicción es que los gigantes actuales previsiblemente se harán más fuertes, pues de capacidad inversora van sobrado los nuevos amos del Sector, y ya se sabe que los fuertes y grandes tienden a hacerse más fuertes y más grandes, al igual que ocurre con los más pequeños y más débiles, que lo tienen más complicado luchando en solitario y de forma independiente.
Con accionistas fuertes, comprometidos, y desconocedores del Sector, parece factible que se revalorice el ejecutivo español, por su know how único en esta industria, elevando el nivel salarial al tiempo que se acentúe una movilidad geográfica para los ejecutivos.
Finalmente, y a nivel de estrategia, la ofensiva de estos emergentes puede suponer la apertura definitiva de los nuevos mercados a la forma tradicional de hacer turismo en Occidente, del Sol y playa, resultando la suma de todo lo anteriormente expuesto para la industria en una suerte de catarsis, por ahora silenciosa pero con fundamentos para derribar paradigmas considerados intocables hasta la fecha.
Que extraordinaria idea , tengo 40 años en el medio turistico y me estoy independizando de ser una empresa familiar.
Me encantaría colaborar en Mexico
Gracias
Cecilia